Si pensamos en los coches eléctricos lo normal es que pensemos que estamos ante algo nuevo, reciente y con una tecnología totalmente nueva. Pues bien, estamos muy equivocados, el origen del coche eléctrico data de 1828, fue ese año cuando por primera vez se puso en marcha un coche que funcionaba con electricidad. Fue La Jamais Contente quien llevó al máximo estos coches eléctricos y su creación alcanzaba los 100 km/h. Todo esto mucho antes de que se inventar el motor de explosión.
Desde entonces hasta 1920 fue creciendo el uso de estos coches y los avances en torno a su motor iban mejorando. En parte, gracias a la aparición de baterías recargables y a la presencia de estos coches en los taxis de Nueva York. Algo que hacía pensar que esta tecnología sería la definitiva y que los coches, para siempre, serían eléctricos.
Pero estos fabricantes no tuvieron en cuenta a la figura de Henry Ford. Este personaje histórico generalizó la producción en serie puesta en marcha y los precios de los coches a motor de explosión bajaron considerablemente, mucho más que los modelos con batería. Y como siempre en estos casos el precio es lo que manda y los coches eléctricos fueron cada vez más dejados en el olvido. De hecho, por el año 1950 tan solo nos encontrábamos con coches de batería en los carritos de golf, ya habían desaparecido de las carreteras.
En 1977 se hicieron algunos experimentos pero no fue hasta la década de los 90 cuando se volvió a apostar por este vehículo. Más económico, más resistente y capaz de alcanzar más velocidad. Así llegamos hasta nuestros días, donde estos vehículos eléctricos son ya una alternativa a los coches de combustión y cualquier persona puede adquirir uno por uno precio no demasiado elevado respecto a los habituales. Además, el ahorro en combustible y sus prestaciones, hace que mucha gente lo baraje como alternativa para su nuevo vehículo. Sin ir más lejos, el 75% de los nuevos taxis de la ciudad de París ya son coches eléctricos.